Agustina Medina y Lucia Ruiz Lander [*]
No es novedad que nos encontramos a nivel global inmersxs en una crisis socioambiental que atraviesa todos los aspectos de nuestras vidas, desde una escala sistémica hasta la cotidianeidad misma, como consecuencia de un sistema de producción basado en el extractivismo. En este sentido, nos proponemos plantear la crisis socioambiental que vivimos como consecuencia sistémica y punto de partida para abarcar el análisis y pensar posibles soluciones a la problemática.
El modo de producción actual se encuentra en tensión y en proceso de cambio producto del enfrentamiento entre dos grandes proyectos estratégicos que ponen en juego la construcción de un nuevo orden mundial (Gimenez 2019). Es por ello que nos preguntamos, ¿qué forma toma esta situación global a escala internacional, regional y local y qué relación tiene con la crisis socioambiental que vivimos?
Nuestras sociedades se desarrollan en un contexto de gran presión sobre los ecosistemas biológicos, en el que transcurre un proceso de transición de fase sistémica basada en la digitalización de la vida/economía que aprovecha como catalizador la actual situación de pandemia, este proceso ya tenía lugar luego de la crisis de sobre acumulación del 2008 (Gimenez y Caciabue 2021). Esto nos lleva a un escenario de disputa por las nuevas formas de apropiación y de explotación de los recursos naturales en las que tenemos que ponderar la necesidad de una urgente contención y reversión de los efectos que ha producido la actividad humana sobre la vida en el planeta.
El desarrollo de un sistema que explota los recursos naturales sin contemplar su impacto socioambiental, o sea ecológico, económico y social, tiene profundas e innumerables consecuencias. Lo vemos expuesto en el más reciente informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático, IPCC, donde se expone la evidencia científica sobre la responsabilidad o de la acción humana en el aumento de la temperatura mundial a una tasa sin precedentes en los últimos 2000 años.
Según el informe del IPCC (2021) el aumento de tiene como principal causa: la actividad humana, con su modelo de producción y consumo. Además, el informe plantea que el calentamiento global alcanzará 1.5°C en la década del 2030, y algunas consecuencias de ello serán irreversibles.
En el citado informe se evalúa la respuesta climática frente a cinco escenarios en un amplio rango de emisiones de gases del efecto invernadero (GEI), uso de tierras y contaminantes del aire y se realizan proyecciones de cambios en el sistema climático.
En este contexto de crisis climática y ambiental cualquier nivel de emisión de GEI cuenta. En cada escenario previsto, aun en el de menor emisión, es tal el grado de acumulación de GEI en la atmósfera que no alcanza para revertir el impacto.
Encontramos, en un modelo mal llamado de desarrollo, estas y otras consecuencias diariamente en incendios forestales extendidos a lo largo de América Latina y el mundo que provocan desplazamientos de las comunidades que viven en esos lugares, inundaciones más frecuentes y recrudecimiento de fenómenos meteorológicos de maneras que antes no presenciamos. Los grandes beneficiados son, siempre, las grandes empresas trasnacionales cada vez más concentradas. También vemos cómo las comunidades cercanas a zonas de exposición a agrotóxicos o explotación minera presentan graves y difundidas afecciones y enfermedades como consecuencia directa de estas actividades.
Como contracara de estas injusticias emerge la potencia de las nuevas formas de organización con un componente constitutivo de juventudes que lo quieren cambiar todo desde la construcción de poder popular, de forma glocal, y encuentran en el territorio virtual otro espacio en/de disputa. Uno de los ejes en los que se nuclean estas resistencias es el del ambientalismo, como toda construcción es dinámica y se encuentra en disputa, por ello es responsabilidad del campo popular junto con sus intelectuales nutrirlo e imponer sus intereses ¿de qué manera? proponiendo una agenda basada en un correcto análisis de la realidad y las fuerzas en pugna, que surja desde las bases y de la organización popular, que se imponga a la agenda del ambientalismo liberal e individual del “capitalismo verde”.
Encontramos lo ambiental indisociable de la problemática social y ecológica. En la actualidad las grandes mayorías son las perjudicadas y pagan los costos de la presión sobre los recursos naturales, de este modo de producción extractivista, y de desigual concentración de la riqueza. Debemos reflexionar sobre nuestro lugar en esta problemática desde esta perspectiva, y proponer una salida colectiva a esta crisis donde la forma en la que produzcamos y vivamos sea en mayor armonía con nuestro entorno y en beneficio de las grandes mayorías.
[*] Medina es Licenciada en Biología Molecular (UNSL), Doctoranda de la Universidad de Buenos Aires con mención en Fisiología, Facultad de Farmacia y Bioquímica, (UBA). Ruiz Lander es estudiante de la Licenciatura en Folklore, diplomada en Género y Gestión Institucional, investigadora del OECYT. Ambas investigadoras del Observatorio de Energía, Ciencia y Tecnología (OECYT) asociado a la plataforma Pueblo y Ciencia y al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE). Ambas activistas ambientales
Este artículo fue publicado por primera vez en Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)