La burbuja de petróleo: ¿una nueva crisis financiera en puerta?

Nicolás Malinovsky y Delfina Di Lorenzo [*]

El coronavirus se nos presenta como el caballo de troya del siglo XXI para desmoronar la economía mundial. El pasado 9 de marzo -denominado como “lunes negro”- ocurrió uno de los mayores derrumbes de precios del petróleo de la historia: 30 por ciento en un solo día, la segunda mayor caída desde la guerra del Golfo, cuando Estados Unidos (EE.UU) invadió Irak en 1991.

El fenómeno del coronavirus sumado a la guerra comercial entre EE.UU y China junto con el aumento de producción de petróleo de EE.UU (“revolución del shale”), son un cóctel detonante que también amenazan la caída de precios de los hidrocarburos.

Este miércoles 18 de marzo, el Brent -precio de referencia internacional- perdió el 13% alcanzando un mínimo de u$s24,72 por barril, nivel visto por última vez en 2003. El índice de referencia estadounidense, West Texas Intermediate, cayó aún más, perdiendo un 23% alcanzando un mínimo de u$s20,48 un barril.

¿Cómo llegamos a esta situación?

El viernes 7 de marzo se iniciaron conversaciones entre los países miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y aliados no miembros encabezados por Rusia (grupo conocido como OPEP+), para recortar la producción y mantener los precios. El diálogo finalizó sin ningún tipo de acuerdo.

Desde 2017, el grupo OPEP+ mantiene un acuerdo para llevar adelante recortes de producción y así mantener alto el valor del barril de petróleo. La última decisión era sostenerlo hasta fines de marzo 2020 (Libia, Irán y Venezuela están exentos del acuerdo de reducción).

Los países productores querían aumentar el recorte a la producción en un 1,5 millones de barriles por día (aproximadamente un 1,5% de la producción mundial). Algunos miembros, como Arabia Saudita e Irán, declararon que necesitan de aliados no miembros que colaboren con recortar 500 mil barriles por día, mientras que Rusia se negó a firmar dicho acuerdo.

Así lo afirmó Pavel Sorokin, Viceministro de Energía de Rusia: “No podemos combatir una situación de caída de la demanda cuando no hay claridad sobre dónde está el fondo. (…) No estamos en una guerra de precios con nadie. Somos competitivos. Observamos el mercado y entendemos que tal situación ayudará al mercado a recuperarse. Los proyectos de alto costo desaparecerán”.

La baja del precio de petróleo sacaría del mercado a los productores de shale oil en Estados Unidos, país que logró el autoabastecimiento petrolero por la denominada “revolución del shale” comenzada en el año 2010, donde paso de una producción de 5 a 13 millones de barriles por día. Para que dimensionar lo que ello implica, Jason Gammel, analista de Jefferies, señala que “el punto de equilibrio promedio en el sector es de u$s55 por barril.”

¿Qué se disputa en la denominada “Guerra del petróleo”?

En los últimos años, la OPEP+ se ha visto obligada a lidiar con el aumento de la producción estadounidense y una guerra comercial entre Estados Unidos y China, que pesaron sobre los precios del crudo. Ahora hay una tercera amenaza: el brote de coronavirus, que mató a miles de personas en China y detuvo al país. Ante tal contexto es probable que la demanda China de productos petroleros caiga en más del 35% interanual en el primer trimestre, dijo Morgan Stanley en un informe reciente, citando datos de investigadores del gigante petrolero chino CNPC.

Por su parte, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos proponen como estrategia elevar la producción de petróleo un 3.5% lo que deprime aún más el precio del crudo y agudiza la crisis del sector.

Todo indicaría que dicha acción perjudica a la “revolución del shale” que llevan adelante países como EEUU con altos niveles de endeudamiento. Sin embargo, Marcos Buscaglia, advierte que la caída del precio del petróleo provocaría en Estados Unidos una baja en el precio de las naftas, representando un ahorro de u$s75.000 millones anuales. Situación que beneficiaría a Donald Trump para lograr su reelección, ya que es un impacto directo en el bolsillo de los norteamericanos.

¿Las energéticas estadounidenses son las nuevas subprime del 2020?

La “revolución del shale” provocó que las compañías energéticas sean las mayores emisoras de bonos basura (junk bonds) representando más del 11% del mercado estadounidense de alto rendimiento. La industria del shale de Estados Unidos estaría entre los mayores perdedores. Incluso antes de que el coronavirus impactara sobre la demanda, había crecientes preocupaciones sobre la confiabilidad del sector dada la acumulación de niveles peligrosos de deuda.

Ya en diciembre de 2019 la Consummer News and Business Channel (CNBC), líder mundial en noticias de negocios y cobertura del mercado financiero en tiempo real, declaraba que “estamos en las primeras etapas de la sacudida. El problema es que algunas de estas empresas todavía tienen un poco de holgura para continuar operando, éstas no tienen los vencimientos de la deuda en 2020 y 2021. Por lo que van a intentar adelantarse y contar con que los precios del petróleo suban”.

Estos emisores tienen calificaciones crediticias BB o inferiores, lo cual indica que tienen mayor riesgo de default (incumplimiento de pagos) que los emisores con mejor calificación (BBB o superior). Por lo tanto, la caída de los precios del petróleo podría marcar el comienzo del default de la deuda energética clasificada como “basura” desde el aumento de la producción de shale de EEUU en 2010 y el posterior colapso del precio del petróleo a fines de 2015.

Este estado de situación del petróleo podría compararse con la crisis financiera de 2008 ya que la caída del Dow Jones (7,8%) se acercó al récord de 7,89% que marcó la caída del Lehman Brothers.

John Dixon, operador de bonos de alto rendimiento en Dinosaur Financial Group, dijo al respecto: “Estamos en la cúspide de una nueva ronda de reestructuraciones de compañías de energía, tanto dentro como fuera de los tribunales (…) Muchas de estas compañías ya gastan más que su flujo de caja, en busca de recortes en los gastos de capital, lo que reducirá aún más los servicios y proveedores ya en dificultades”.

Tomando como referencia los datos de Hayes and Boone’s, firma internacional de abogados especializado en la industria energética, solo en EE.UU un total de 64 compañías de energía se declararon en bancarrota durante el año 2019. Esto incluye a 42 productores de petróleo y gas, 20 compañías de servicios de yacimientos petrolíferos y dos compañías del midstream (transportistas).

La semana pasada, Occidental Petroleum, el mayor productor de petróleo de los EE. UU., redujo su dividendo en un 90% y recortó los gastos de capital para intentar apuntalar el apoyo de los inversores. Dicha medida no fue suficiente para detener a la agencia calificadora Moody’s que rebajó la calificación de la compañía el miércoles, retiró su calificación de grado de inversión y redujo su deuda de u$s37.000 millones a basura.

Además, según Moody’s, la industria de exploración y producción de América del Norte tiene una deuda de u$s86.000 millones que vencerá entre este año y 2024, con más de la mitad en manos de empresas de grado especulativo.

En este sentido, Ryan Bouley, socio del grupo de reestructuración de Opportune, una consultora en Houston, declaró: “Estamos sentados en un precipicio de muchas reestructuraciones de E&P [industria de exploración y producción] en este momento. La bancarrota está cada vez más sobre la mesa”.

Qué pasará con el petróleo de la región y Argentina

La región no está exenta al golpe provocado por el desplome de los precios del petróleo, el cual desencadenó devaluaciones, caída de las bolsas, disminución de ingresos por las commodities, entre otras, afectando en mayor o menor medida a los países de América Latina.

En Argentina esta situación pone el falso foco en Vaca Muerta, donde la ventaja es que todas las inversiones son a largo plazo a diferencia de Estados Unidos. Además, el costo de producir en Vaca Muerta es de 35 o 40 dólares por barril, 15 dólares menos que en el país del norte. Pero el principal problema radica en que si el precio cae por debajo de los 40 dólares, las provincias con yacimientos convencionales (Santa Cruz, Chubut y Mendoza) serán las más afectadas.

En total, el personal afectado por la estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) directa e indirectamente en campos convencionales de Santa Cruz, Chubut y el norte de Neuquén supera las 8.000 personas. Como primera medida el Estado Nacional dispuso la aplicación de licencias no automáticas a la importación de petróleo crudo, gasoil y naftas para evitar que la baja de precios sea aprovechada por algunos jugadores para comenzar a comprar afuera en detrimento de la producción local.

Mientras tanto, las acciones de YPF en New York (ADR) siguen en bajo, con una caída acumulada de más de 70% en 2020. Este profundo bajón, visto con perspectiva, es todavía más violento si se tiene en cuenta que la petrolera cotizaba a u$s14,58 un año atrás, y a u$s20,91 hace dos años. Desde marzo de 2018 el descenso acumulado es mayor al 80%.

Sumado a esto, los gobernadores petroleros solicitaron, entre otros puntos, un precio de barril sostén de u$s58, con el fin de evitar la pérdida de recursos como consecuencia de los actuales valores internacionales.

¿Qué desafíos tenemos por delante?

La emergencia sanitaria a escala global, cómo es el fenómeno del coronavirus, en contexto de guerra petrolera, vuelve a poner en agenda y en discusión la dependencia de nuestra matriz energética y productiva, así como nuestro modo de vida ligado al petróleo.

En ese sentido, se hace imprescindible ir hacia un modelo energético para el desarrollo nacional y regional, partiendo del desarrollo local en todas sus ramas, y que sea un modelo integrado al modelo productivo que definamos a largo plazo. Es por ello que la transición energética en Argentina, debe contemplar que la explotación de nuestros recursos naturales, sea en beneficio del desarrollo de un modelo productivo nacional, que incluya a las mayorías, y no para la exportación y negocios de los grandes capitales, es decir, profundizar en desarrollos como la energía nuclear, que Argentina domina el conocimiento en esta área factor fundamental para su desarrollo, como así también el desarrollo de las renovables con industria local y regional.

Hoy tenemos una oportunidad histórica como pueblo que no debemos desaprovechar para alcanzar un modelo productivo-energético soberano y no una burbuja financiera.

[*] Malinovsky es Ingeniero Eléctricista argentino (UNRC) y maestrando en Gestión de la Energía (UNLa). Director del Observatorio de Energía, Ciencia y Tecnología asociado a la plataforma Pueblo y Ciencia.

Di Lorenzo es Licenciada en Relaciones Internacionales argentina (UNICEN) y maestranda en Cooperación Internacional (UNSAM). Investigadora del Observatorio de Energía, Ciencia y Tecnología asociado a la plataforma Pueblo y Ciencia.

Este artículo fue publicado en Ámbito Financiero